lunes, noviembre 07, 2005

Moteros tranquilos y toros salvajes (Easy Riders & Raging Bulls) , de Peter Biskin

Este libro es una crónica de lo que se conoció como “Nuevo Hollywood”, la generación –sería más apropiado decir “grupo”, pues la diferencia de edad entre alguno de sus miembros era considerable– de cineastas que se dio a conocer alrededor de 1969 y que conoció un abrupto final con los desastres financieros que supusieron The Last Movie, La puerta del cielo (Heaven’s Gate) y New York, New York y la aparición de una nueva fórmula que satisfacía más a los estudios [Tiburón (Jaws), La guerra de las galaxias (Star Wars)]. Esta nueva fórmula era menos ambiciosa artísticamente, pero muy rentable y fácil de promocionar y contaba además con la ventaja añadida de que al tratarse de productos impersonales podían producirse en masa. Los cineastas pertenecientes a ese grupo (Robert Altman, Terrence Malick, Francis F Coppola, Bob Rafelson, Robert Benton, Dennis Hopper, Peter Bogdanovich, Martin Scorsese, Paul Schrader, Warren Beatty, John Milius, Hal Ashby, William Friedkin...) se aprovecharon de las grietas que amenazaban los cimientos de los antaño todopoderosos estudios tradicionales, ahora sumidos en una crisis económica sin precedentes, con sus hombres fuertes notablemente envejecidos o retirados. Además, la vieja guardia se había visto sorprendida por el repentino favor que la taquilla mostraba por una manera de hacer cine que los obsoletos estudios no podían entender. La nueva tendencia provenía de Europa, donde la Nouvelle Vague había definido el papel del director como autor total y responsable último de la obra acabada. Así, casi de la noche a la mañana, en Hollywood los nuevos directores y productores, gente joven y creativa, con aspiraciones de hacer arte además de dinero y convertirse en estrellas, se vieron con las manos libres para llevar a cabo proyectos como hasta entonces desconocía el cine americano. Y aprovecharon su oportunidad.

Desde Bonnie & Clyde e Easy Rider, pasando por Malas Tierras (Badlands), M.A.S.H., La última película (The Last Picture Show), El padrino (The Godfather), Malas calles (Mean Streets), o French Connection hasta Annie Hall, Toro Salvaje (Raging Bull) y La puerta del cielo (Heaven’s Gate), el cine americano vivió una Edad de Oro casi sin precedentes. No sólo se estrenaban buenas películas en una época excitante; se trataba de filmes innovadores, experimentales, originales en sus planteamientos técnicos y en el tratamiento de los personajes. La gran mayoría de los participantes en el movimiento eran baby-boomers, nacidos en los tiempos de holgura económica posteriores a la 2ª Guerra Mundial, provenientes en muchos casos de familias adineradas, que habían estudiado en universidades durante la década de los 60. Las drogas y el sexo libre seguían en circulación por todas partes y todo era una gran fiesta. Sin embargo, sobre toda la época y sus cabezas visibles pesaban ominosas las palabras del Capitán América (el personaje de Peter Fonda en Easy Rider) “la hemos cagado”, así como las secuelas psicológicas del asesinato múltiple perpetrado por la secta Manson en casa de Polanski. De alguna manera, la resaca de todo eso acabó bruscamente con el inicio de la nueva década, cogiendo a todos desprevenidos y, en muchos casos, dejándolos incapaces de mantener el nivel mostrado en los 70.

Esa es, a grandes trazos, la propuesta de Peter Biskind en esta crónica publicada en español por
Anagrama. Biskind escribe como un apasionado del tema y siguiendo la tradición del periodismo de crónica americano, retrata el nacimiento y apogeo de una época gloriosa que termina en decadencia, como en una obra de Hemingway o Kerouac. El libro se demora en la crónica rosa y amarilla, las drogas, las peleas, el sexo, como si se tratase de un artículo para Rolling Stone. Esto es lo mejor y lo peor que se puede decir de este libro: que se lee de un tirón y con gusto, aunque se eche de menos un análisis más pormenorizado de la forma de trabajar de la gente de cine que presenta al lector. No obstante, el libro consigue el objetivo de provocar al lector la revisión de muchas de las obras que comenta. Si además se recupera la apreciación de la filmografía de un cineasta tan injustamente olvidado como Hal Ashby, nunca podremos estar suficientemente agradecidos al señor Biskind.

Al finalizar la lectura, uno saca la conclusión de que algunos de estos hermosos fracasos se debieron a la megalomanía de un grupo de jóvenes que, espoleados por un puñado de éxitos iniciales, se olvidaron de que el mercado cinematográfico americano lo que mandan son los resultados económicos, y que sus planteamientos personales no podían mantener el interés para un público acostumbrado a subproductos de consumo fácil y que enseguida volvieron a ocupar las pantallas con las obras de Spielberg y Lucas (de los que el autor ofrece retratos irónicos y un tanto despectivos en contraste con los de los que considera las grandes figuras de la época).

Si bien uno se queda con la impresión de que en esta época abundaron esos fracasos hermosos (Coppola, Altman, Scorsese, Ashby), puede también pensar que todas las victorias (Lucas, Spielberg) fueron fútiles.


¡Salud!

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