martes, abril 05, 2005

La evasión (Le trou, 1960), de Jacques Becker


Claude Gaspard, joven tímido y educado, preso en la prisión parisina de La Santé, es trasladado a otra celda ocupada por cuatro presos que ya llevan mucho tiempo juntos. La presencia del recién llegado crea suspicacias en los otros, quienes tienen planeado empezar a trabajar en su fuga y no saben si pueden fiarse del nuevo. Gaspard les cuenta su historia (ha sido acusado de intento de homicidio con premeditación por su mujer. Tras una fuerte discusión, ella había cogido una escopeta y él había tratado de arrebatársela, disparándola por accidente e hiriendo levemente a su mujer en el hombro. Además, Gaspard dependía económicamente de su mujer y la engañaba con su hermana casi adolescente) y es aceptado, entrando a formar parte del plan de evasión. En la celda reina la camaradería y todos los presos se aprecian sinceramente. Durante el tiempo que pasa en la celda, Gaspard aprende a valorar la amistad y la hombría natural de sus compañeros.

Lo más impresionante de La evasión (Le trou, 1960), la obra póstuma de Jacques Becker, es su compromiso con la realidad. El film comienza con uno de los personajes dirigiéndose a la cámara para contarle que lo que se va a mostrar a continuación es una historia real, la suya propia.

La cámara adopta en repetidas ocasiones un punto de vista subjetivo, pero no para lograr que el espectador se identifique con los personajes y sienta simpatía por ellos, sino para que sienta el entorno que rodea a los personajes, las paredes de la celda, los barrotes, la falta de buena comida, las idas y venidas de los guardias, el retrete sin tapa ni asiento en una esquina de la celda, etcétera. Los cuerpos fuertes de los presos contrastan con el débil físico de Gaspard, que asiste atónito a la paliza (a bofetadas) que sus compañeros propinan a otros dos presos que les habían robado. Se trata de uno de los realismos con mayor sensación física que es posible encontrar en el cine.

El tratamiento temporal de la acción y los planos-detalles cobran una importancia capital para aumentar esa sensación de realismo. Becker nos muestra cómo se cava el primer túnel sin elipsis, sin cortes en el plano secuencia, en tiempo real y con la acción subrayada con un martilleo infernal que no permite que nos olvidemos de la dureza del cemento en el que tienen que cavar los presos (que, además, sujetan la barra con la que golpean el cemento con un trozo de paño para no hacerse daño, como haría cualquiera en su situación). Tampoco hay prácticamente ningún corte mientras Manu y Roland sierran el barrote en el sótano. El tiempo se convierte en una obsesión: privados de reloj en los sótanos de la prisión, Manu y Roland pierden la noción de la hora y se arriesgan a no volver a la celda antes de la ronda matinal, por lo que deciden fabricarse un reloj de arena casero. El tiempo que Gaspard pasa en su entrevista con el director de la prisión antes de la escena final pesa como una losa a su regreso a la celda. Manu no permite que se nos olvide que ha pasado allí dos horas.

Los planos detalle son igualmente importantes: los dedos que le faltan a Roland, la manos de Géo que se aferran a las de Roland en un apretón como amistoso cuando éste llega a él tras apartar los escombros del derrumbe que Géo había provocado al cavar; los escondrijos de los utensilios usados como herramientas en la fuga, el improvisado reloj de arena... todos suman a la sensación física omnipresente en el film.

Argumentalmente, lo importante es el conflicto moral que se plantea entre la lealtad con los compañeros y el beneficio personal. Gaspard se integra en un grupo de hombres que lo aceptan sin reservas y le muestran afecto. Nunca había sentido nada semejante. Géo renuncia a la fuga porque teme que cuando la policía vaya a buscarlo a su casa su madre no pueda superar el disgusto, pero mantiene su decisión en secreto y trabaja en el túnel como los demás. Cuando todo está preparado para la fuga, Gaspard es convocado por el director de la prisión, quien le comunica que su mujer –que sigue enamorada de él– ha retirado los cargos y que en cuanto el juez revise el caso, saldrá en libertad.

El final de la película nos muestra a un Gaspard completamente solo, aislado tanto de sus compañeros como de los guardas, ha hecho su elección y el resultado se resume en las palabras que le dirige Roland: “pobre Gaspard”.


¡Salud!


(La evasión, de Jacques Becker se encuentra disponible en deuvedé, editada por Manga Films).

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