Galicia, tierra lemming
Cada dia me ataca con mayor fuerza la impresión de que mi tierra se decidió hace tiempo por el sucidio colectivo o, más bien, por la autoaniquilación total. Como si de un pueblo de lemmings se tratase, decidimos un dia ponernos a correr desesperadamente e sin complejos hacia el negro abismo. Allá al fondo, como escribió Cortázar, está la Muerte, pero no tenemos miedo...
Veamos cómo se me ocurrió semejante barbaridad. En primer lugar, noto desde hace mucho un deseo de destrucción del medio físico, de la tierra, de la geografía terrestre y marina de Galicia. Cada cierto tiempo, permitimos que un súper-mega-petrolero llene de mierda nuestro mar y aniquile de paso nuestros recursos marinos. Los fuegos forestales, el cultivo del pernicioso eucalipto y el modelo turístico que lleva años de implantación triunfal incontestada, se encargan de la devastación efectiva de lo que queda tierra adentro, de modo más que eficiente. La deforestación provoca sequías permanentes y un agresivo cambio climático que también cumple su función en este cometido suicida. El alucinante urbanismo gallego termina la obra: es la máxima garantía de que ni los pueblos ni las gentes aguantarán muchos años en Galicia.
En segundo lugar tenemos la destrucción de la economía gallega. Nunca fuimos un pueblo industrial, pero el desmantelamiento de los astilleros, la asfixia de nuestra agricultura, ganadería y pesca sin que los gallegos hayan reaccionado, es una prueba más de sus ganas de ir muriendo tranquilamente.
Lo que nos lleva al tercer aspecto: la destrucción de la sociedad. Al desempleo provocado por la destrucción de la economía gallega hay que sumarle el desierto glacial, cultural y político, que vivimos desde tiempos inmemoriales. Ya no somos una sociedad rural (pero las ciudades diseñadas por promotores inmobiliarios para obtener lucro no son habitables). Ya no hablamos gallego. No tenemos clase política con recursos, formación, sensibilidad ni ideas para la recuperación (¿o sería más propio hablar de "redención"?) del pueblo. Vivíamos en un páramo e dimos un salto al vacío.
Y ahora el golpe de gracia. Hoy hemos dirigido nuestro furor autodestructivo hacia nuestras mascotas y las matamos a palos. Empezamos con la matanza del cerdo, con unas cuantas corridas de toros y ahora hemos decidido que ya es hora de acabar con los perros. ¡Qué país, madre mía!
En fin, como buen demócrata, acepto la voluntad de mis compatriotas y, ya que lo que tiene que ser, tiene que ser, pido que, por lo menos, se me conceda el deseo de escoger banda sonora para tan loable fin. Si nos dirigimos hacia la propia extinción, hagámoslo con alegría. ¿Qué tal mientras suena "Road to Nowhere" de los Talking Heads? No hay nada más adecuado.
¡Salud! (si es posible tener un poco de ella)
Veamos cómo se me ocurrió semejante barbaridad. En primer lugar, noto desde hace mucho un deseo de destrucción del medio físico, de la tierra, de la geografía terrestre y marina de Galicia. Cada cierto tiempo, permitimos que un súper-mega-petrolero llene de mierda nuestro mar y aniquile de paso nuestros recursos marinos. Los fuegos forestales, el cultivo del pernicioso eucalipto y el modelo turístico que lleva años de implantación triunfal incontestada, se encargan de la devastación efectiva de lo que queda tierra adentro, de modo más que eficiente. La deforestación provoca sequías permanentes y un agresivo cambio climático que también cumple su función en este cometido suicida. El alucinante urbanismo gallego termina la obra: es la máxima garantía de que ni los pueblos ni las gentes aguantarán muchos años en Galicia.
En segundo lugar tenemos la destrucción de la economía gallega. Nunca fuimos un pueblo industrial, pero el desmantelamiento de los astilleros, la asfixia de nuestra agricultura, ganadería y pesca sin que los gallegos hayan reaccionado, es una prueba más de sus ganas de ir muriendo tranquilamente.
Lo que nos lleva al tercer aspecto: la destrucción de la sociedad. Al desempleo provocado por la destrucción de la economía gallega hay que sumarle el desierto glacial, cultural y político, que vivimos desde tiempos inmemoriales. Ya no somos una sociedad rural (pero las ciudades diseñadas por promotores inmobiliarios para obtener lucro no son habitables). Ya no hablamos gallego. No tenemos clase política con recursos, formación, sensibilidad ni ideas para la recuperación (¿o sería más propio hablar de "redención"?) del pueblo. Vivíamos en un páramo e dimos un salto al vacío.
Y ahora el golpe de gracia. Hoy hemos dirigido nuestro furor autodestructivo hacia nuestras mascotas y las matamos a palos. Empezamos con la matanza del cerdo, con unas cuantas corridas de toros y ahora hemos decidido que ya es hora de acabar con los perros. ¡Qué país, madre mía!
En fin, como buen demócrata, acepto la voluntad de mis compatriotas y, ya que lo que tiene que ser, tiene que ser, pido que, por lo menos, se me conceda el deseo de escoger banda sonora para tan loable fin. Si nos dirigimos hacia la propia extinción, hagámoslo con alegría. ¿Qué tal mientras suena "Road to Nowhere" de los Talking Heads? No hay nada más adecuado.
¡Salud! (si es posible tener un poco de ella)
Etiquetas: cosmopolítica, curiosidades, Galicia
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