Crash, de Paul Haggis
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Haggis sabe lo que quiere decir y lo dice claramente, a lo mejor, hasta demasiado. El mensaje moral está claro: la tensión genera violencia que genera odio que genera tensión que genera violencia... Los culpables son -somos- todos y quien crea estar fuera del círculo está errado, como no tardamos en comprobar seguiendo las historias paralelas de los personajes de Matt Dillon y su joven compañero (Ryan Phillippe).
El problema estriba en que a la película no deja lugar a otras conclusiones que las propuestas por el director, quien juega a dios omnisciente, manipulando las emociones del espectador para llevarlo exactamente a dónde él quiere. Cuando alguien hace eso con emociones tan fuertes se acerca mucho al autoritarismo, error en el que ya incurrió Scorsese en el Cabo del miedo.
¡Salud!
Etiquetas: cine
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